Subir… subir…

Es no parar de encontrarte con maravillas.
Obviamente, esto debe de haber sido un cráter en algún momento, y con imaginación puedo reproducir el momento en que se creara, con la lava desbordando el cráter y chispas descendiendo lentamente e incendiando lo que tocaban. Pero también se me antojaba un anfiteatro donde se representan dramas cósmicos, con los cielos de telón de fondo, y los árboles de público inmutable…



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El Pic de la Dona

Detrás de la estación de esquí Valter2000 se encuentra el Pic de la Dona, de 2.704 metros. Desde allí hay unas vistas de montes redondeados y formas orgánicas que nos hacen olvidar que estamos poco por debajo de los 3.000: loma tras loma, se pierden en el horizonte. Antiquísimos cráteres cuyos bordes ha redondeado el viento y el tiempo, y más que cumbres que ofrecen soberbias vistas, parecen cómodos lugares donde podrían reposar, tras sus paseos por los cielos, los gigantes, héroes y dioses que antaño regían los destinos de los humanos.


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También son engañosas en la subida las falsas cumbres: tras haber subido un repecho como este, en el que nos queda evidente lo pequeños que somos aquí en medio de la montaña, y ver que no es la cumbre como prometía, sino que queda otro tramo igual…


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Para llegar, sólo hace falta tener aguante 🙂 y ganas, claro. Esto es algo de lo que podemos ver allí.



El Taga

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La montaña tiene algo inspirador para mí. No sé si es porque el reto está muy claro y muy concreto y si está justo algo más allá de lo que sería cómodo, te hace tener que superarte. Y, con la cima en mente, parece que resulta fácil continuar, a pesar del cansancio. También, nos enseña a llevar un ritmo acorde con lo que realmente podemos aguantar, a ir preparados para cualquier eventualidad, y aceptar lo que la providencia va poniendo en nuestro camino. Quizá nos llueveay nos empapemos, o quizá, cuando lleguemos a la cima, no veremos nada porque está nublado. Así aprendemos que el beneficio está en haber hecho el esfuerzo «extra» que nos ha llevado hasta allí. Un aprendizaje perfecto para el día a día.

La subida al monte Taga, en el Ripollés, no es difícil, excepto por el desnivel que puede ser algo fuerte. Conforme íbamos subiendo, cuando las nubes y la niebla nos lo permitían, veíamos retazos de los montes que rodean la zona: empinadas colinas, verde, amarillo y niebla, nos acompañaron todo el camino.


Niebla

Mientras el resto del país (y de Europa) se cocía a fuego lento (o rápido), este es el panorama que teníamos desde el balcón de la masía en Girona donde pasamos la segunda semana de agosto de 2015!: Nubes algodonosas, niebla que no acababa de levantar, arboledas frondosísimas y líneas de montes y picos que se pierden en la distancia. Otro tipo de paz para el espíritu. Cuando veo la foto a tamaño completo, me hace sentir fresco 🙂

While the rest of Spain was slowly boiling in the sweltering heat, this is the view we had from the balcony at the traditional Catalonian country estate where we spent the second week of this past August. Cotton-like clouds, fog that clings to the ground most of the day, luxuriant foliage and rows of mountain tops far into the horizon. A different type of peace.


Niebla

Sierra de Crevillente

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Este verano ha sido un en el que he hecho algo que no había hecho antes: ir a buscar dónde hacer fotos, con anterioridad, luego utilizar The Photographer’s Ephemeris para calcular cuándo sería una buena hora de luz (puesta de sol, amanecer…) y finalmente hacer por estar allí a la hora. A pesar de todo, cuando hice las fotos de Sierra Arana, llegué tarde y además el destino me tenía preparada una tarde con nubes tormentosas.

En esta ocasión, además tuve un ayudante: mi sobrino Saúl, de 9 años. Nos fuimos juntos por la mañana a buscar el sitio y luego volvimos por la tarde. Aquí está mirando en su tablet la ubicación y haciendo una foto…

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Al final, el sol se puso detrás de un pico diferente al que se suponía (me cachis!) pero logramos captar el juego de luz. Además, había un canal de riego justo a nuestros pies, que daba juego.



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Viaje a Granada – Sierra Arana

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La luz. Todo cambia con la luz.

El día que llegábamos a Granada, conforme bajábamos, desde la carretera vi un espectáculo: una puesta de sol que lanzaba rayos sobre una pequeña cordillera. Averigué que se trataba de Sierra Arana y decidí intentar hacer una foto con esa misma luz.

El primer día anduve buscando el sitio y acabé subiéndome a un cerro que había enfrente. La foto está bien, pero como se me iba la luz, y lo único que quería era encontrar el sitio para hacer «la foto», decidí volver el día siguiente.

Pero el destino me tenía preparada una sorpresa: el día siguiente salí tarde, luego todo fueron tropiezos y llegué cuando ya casi no había luz. Cuando llegué, la luz, el cielo… todo era diferente. Casi no tuve tiempo de subir el cerro (corriendo, con la lengua fuera, y el equipo en la mano para ir preparándolo), pude colocar el trípode… y mientras tanto se estaba desarrollando un espectáculo de nubes y lluvia sobre la sierra… conforme la poca luz que quedaba iba desapareciendo. Tuve como 3 minutos para hacer algunas pruebas y al final no había ya bastante luz.

Esto debería servirme para no olvidar lo que se dice en fotografía de paisaje: llega pronto y preparado para quedarte tarde. Esperé tanto que luego no veía el camino de vuelta, me perdí y anduve en la oscuridad buscando el coche con el trípode en una mano, la cámara en la otra y los objetivos y filtros en la bolsa. Pensé que me tendría que quedar a dormir al raso, lloviendo y con los jabalíes haciendo acto de presencia!

Viaje a Granada – Noalejo

Los campos de olivos me pueden! Es una sensación que me hace perderme en el infinito


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Un paseo por «el pueblo»

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Parece díficil que viviendo en un pueblo la gente comparta la ilusión por la belleza grandiosa por su entorno, pero a mí el campo este y casi cualquier naturaleza me impresiona y me hace conectar con algo profundo. No hace falta irse a Croacia, ni a África – aunque allí habrá, sin duda, otras maravillas.

En este caso es en la provincia de Toledo, un «secarral», con la tierra torturada no sólo por el sol, sino por la inagotable avidez del ser humano en su incesante búsqueda de tierra para ladrillos y áridos para la construcción, pero me parece que lo mismo ocurre en otros sitios – (lo cual no es óbice para que por otro lado todos tengamos una sensación de «superioridad» con respecto a otros pueblos / personas / culturas, especialmente los «del pueblo de al lado»).

It’s a times difficult to see beauty in our immediate surroundings – as in the case of the outskirt of this village where most of the land has been ravaged in the incessant search for ever more cement and clay so we can continue our construction binge, and now in some cases full of gaping holes in the earth and abandoned quarries. We don’t need to travel to Africa or Eastern Europe to see Magnificence in action.

Tormenta en el camino

En el camino desde Granada a Alicante, después de pasar por Guadix y ver los «badlands», nos encontramos con esta visión maravillosa. El verde de los almendros, el rojizo de la tierra, el azul del cielo que asomaba, el casi negro del agua que caía…era una combinación irresistible… Al final no nos mojamos, pero el olor a tierra mojada sí nos llegó.

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El tren en Burlingame

La parada del Cal Train de Broadway en Burlingame, California. Con una tormenta al fondo…

 

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